Os traigo una receta super especial, sana y con un ingrediente estrella que está en plena temporada. El espárrago… el príncipe de las verduras. Exquisto y fresco, ideal como entrante.
Un aperitivo muy sencillo de preparar pero original y sorprendente por su sabor y textura.
Este entrante, delicioso y atractivo, es la declinación de uno de los platos que probé hace unas semanas en un fantástico restaurante de Navarra; el “Restaurante Orgi”.
En aquel caso se trataba de una auténtica cuajada donde los espárragos habían sido infusionados en la leche de cabra y posteriormente se había elaborado la cuajada. Se le incorporaba además una gelatina de moscatel blanco y avellanas caramelizadas.
De aquel entrante sublime me he quedado con lo esencial; el flan o cuajada de espárragos, y no me he querido complicar más.
Aunque si queréis luciros y culminarlo; podéis añadir una gelatina de vino dulce e incorporar después cualquier fruto caramelizado, avellanas, almendras, pistachos….
Yo he pensado que unos trocitos de panceta crujientes le tenían que ir muy bien, y es una versión más rápida que también os va a gustar.
Vamos con la receta!
Con las cantidades que os indico salen 6 vasitos. Son los clásicos tarros de yogur de cristal que encontraréis en cualquier supermercado. Primero hay que comerse los yogures claro!
Yo me vine un día a casa con una buena cantidad para disponer de los recipientes, lo cual causó verdadero estupor entre la familia que no entendía como después de más de 10 años consumiendo yogures normales, aparecía con el lujo del cristal.
Y digo el lujo, porque no sabéis la sensación tan agradable que resultó para todos terminar el postre con el tintineo de la cuchara. Es otra cosa…
Ingredientes:
- 300 g de espárragos
- 300 cc de leche entera.
- 40 g de matequilla.
- 3 láminas de gelatina.
- 1 cucharada de maizena.
- 6 lonchas de pancita.
- Nuez moscada.
- Aove.
- Sal.
Preparación:
En primer lugar cortamos el final del tallo de los espárragos, como dos dedos, y luego pelamos la parte superficial desde abajo a arriba sin llegar a la punta. Los echamos en una cacerola con la leche, salamos y añadimos la maicena y la nuez moscada. Dejamos unos 20/30 minutos a fuego medio hasta comprobar que los espárragos están totalmente cocidos.
Añadimos al final la mantequilla y removemos un poco hasta que se deshaga y quede totalmente incorporada. Lo trituramos y lo pasamos por el chino, vertiéndolo en un cazo.
Es el momento de añadir la gelatina en láminas, previamente ablandada en un poco de agua caliente en un plato. Removemos hasta que se integre y desaparezca en la crema.
A continuación comenzamos a rellenar los tarritos de yogur. Lo haremos dejando un espacio para adornar con lo que hayamos decidido; en mi caso, como ya os he dicho, unos trocitos de bacon o panceta.
Dejaremos nuestra “falsa cuajada” un par de horas en la nevera, y justo antes de servir será cuando tostemos el bacon, cortado muy pequeñito, en un hijo de aceite. Queda estupendo el contraste del caliente y el frío de la crema.
Pero también es posible tener la panceta ya hecha y reservada y añadirla a temperatura ambiente. No pasa nada y lo cierto es que es muy cómodo, sobre todo si tenemos invitados y no queremos pasar por la cocina una vez los tenemos en casa.
El contraste resulta muy bueno. A mí es que la panceta me encanta, y puestos a rememorar mi último viaje a Navarra donde conocí esta delicia de espárragos le iba que ni pintado. Tienen por allá unas pancetas excepcionales.
Dejad a un lado un poco más por si alguien quiere añadirse más. Decorad los tarros con cuerda rústica y dejaros llevar por una experiencia rural chic en la mesa.