Hoy me encontrado con una tarde de lluvia y viento. Una tarde desapacible de abril. Los niños de vacaciones y en casa. El cielo negro no animaba a salir.
Hace una tarde de horno, me dije, y me puse con esta receta de Kringel que hace un par de días me venía rondando la cabeza.
Este sitio ha inspirardo muchas de mis cenas y aperitivos. Es un blog con el que simpatizo. Lo de velocidad cuchara me gusta, y me gusta por una curiosa razón.
Me remonto a hace algo más de quince años, una cita con un chico a media tarde para tomar un café. Era la terraza del conocido Pokhara en la zona de Reyes Catolicos de San Sebastián. Todavía suelo ir alguna que otra vez.
Nos conocíamos de un par de sábados y teníamos mucho por hablar. A día de hoy, aun no nos hemos puesto al día, y eso que llevamos más de diez años casados.
No recuerdo en qué punto de la conversación intervino el camarero apostando nuestros cafés frente a cada cual como un reto. A ver quien revuelve más rápido! O al menos eso debió parecerle a aquel chico que tenía frente a mí.
Yo no me dí apenas cuenta y él enseguida dijo. Qué curioso! revuelves el café igual que yo!
No sabía de qué me hablaba y observé que ambos lo hacíamos en el sentido contrario a las agujas del relój. Tampoco sabía si esa era o no la forma en la que la gente revolvía, o en su caso agitaba, el café.
Al parecer la mayoría de las personas lo hacen al revés. O quizás somos nosotros los que lo hacemos de forma diferente al resto del mundo.
A partir de entonces me suelo fijar, y en efecto. Nuesto “giro a la izquierda” es algo excepcional. Y su “velocidad cuchara” su signo de identidad.
Impulsivo y dinámico, inquieto y trepidante. No camina, corre. Y por eso llega siempre a todo y a todas partes!
Aquella tarde aun no sabía que hoy jugaría con el “giro a la izquierda” y la “velocidad cuchara” en clave de cocina. Ni que revolvería para siempre el café junto a él.
Esta receta no precisa ni velocidad cuchara ni giro a la izquierda, hubiera resultado oportuna la coincidencia pero las cosas son cómo y cuando tienen que ser.
El Kringel es una especie de brioche trenzado de origen alemán que generalmente va relleno de azucar y canela.
Ingredientes para 6 Kringles:
– 120 cc de leche.
– 25 g de miel.
– 30 g de mantequilla a temperatura ambiente.
– 1 yema de huevo.
– 15 g de levadura de panadería.
– 300 de harina de fuerza, o de repostería.
– 300 de harina de fuerza, o de repostería.
– sal
Colocamos la leche, la miel, la yema de huevo, la mantequilla y la levadura en la Thermomix y programamos 4 minutos a 37º velocidad 2. Añadimos la harina y la sal y programamos 2 minutos vaso cerrado velocidad espiga. A continuación dejamos la masa levar durante dos horas.
Si no tenemos Thermomix entiendo que no habrá problema en batir primero la mezcla indicada, y añadir al final la harina y la sal poco a poco amasando manualmente.
Dividimos la masa en 6 trozos, para 6 Kringles. Extendemos la masa con un rodillo y la pintamos con una mezcla de canela, mantequilla y azucar ( 4 cucharadas, 100 g, y 6 cucharadas respectivamente). Yo he puesto 2 de las de azucar de azucar vainillada.
Posteriormente, la enrollamos y la abrimos longitudinalmente en dos sin llegar hasta el final. Luego la trenzamos como os muestro y la cerramos uniendo los bordes. Volvemos a pintar de canela y azucar, e introducimos los brioches en el horno durante 20 minutos a 180º.
Esta tarde como veis he tenido a Martita de ayudante. No se si decir que me pesa que le gusten tanto las manualidades y la cocina, a veces….tengo que cocinar a escondidas, siempre quiere participar!! y la cosa se complica mucho, más que ayudar…. acabamos montando un lío
…..Como hoy, con un botecito de canela estampado contra el suelo desde un armario, en lo alto. Os lo podéis imaginar! Al menos hay un agradable olor.
Además del propio de este estupendo Kringel que nos ha encantado a todos. Lo hemos merendado acompañado de horchata. Me ha parecido un buen maridaje!