Creo que era en un programa nocturno que se emitía los sábados en prime time en donde acababan las entrevistas al invitado de turno animándole a participar en un juego que tenía algo de perverso. Consistía en relacionar una serie de imágenes, nombres o cosas, con la palabra que a uno le viniera a la cabeza de forma instantánea, al verlas u oírlas. Y digo perverso porque la espontaneidad puede ser muy traicionera, y era el objetivo que se perseguía, pues los estímulos se producían a un ritmo en el que parecía imposible pararse a pensar para buscar respuestas…. “oportunas”.
Si a mí me dicen verano, lo tengo muy claro: “Piparras”. Ni, playa, ni vacaciones, ni sol, ni viajes. Visto así podría decirse que el verano me importa un pimiento, y no podría negarlo.
El día que comemos las primeras “guindillas” es que ya ha empezado el verano. Nos vamos al Ganbara en San Sebastián, que las hacen de primera, y a ponerse las botas…. o las chanclas.
Las piparras o guindillas vascas no son picantes, salvo alguna; lo cual convierte la tapa que normalmente se comparte en una divertida ruleta rusa. Tienen gran fama las de Ibarra, también conocidas popularmente como “langostinos de Ibarra”…. os vais haciendo a la idea de la delicatessen de la que hablo no?.
Aunque las encurtidas que vienen en tarros avalados por el sello de calidad, Eusko Label, son fantásticas para algunas preparaciones, en este caso me refiero a las frescas, que se toman simplemente fritas en un buen aceite y salpicadas de sal.
Su sabor es fino y delicado y si están bien hechas, que es la clave, son un verdadero majar. Las mejores son las de julio y hasta mediados de agosto, pero lo importante es que sean de un buen proveedor. Las que yo estoy usando estos días son de Aguinaga, del “Caserío Galdagorri”, las compro en el supermercado, y salen fantásticas.
Eso sí. He aprendido cómo hay que freír las piparras para que queden perfectas.
Creo que este post va a ser de gran ayuda. Nunca hasta este verano he visto semejante cantidad de gente veraneando en la ciudad de San Sebastián ( cosa que no me extraña porque en esta mi bellísima ciudad, además de un agradable clima, tenemos una gastronomía de bandera). Lo cual me hace suponer que la cultura de consumir piparras se va a extender mucho más allá de nuestra emblemática Parte Vieja y sus sus clásicos bares.
Así que en pro de todas esas familias que han llenado el maletero de bolsas de piparras para seguir reviviendo en su casa el verano donostiarra, aquí van unos trucos o consejos para hacer las piparras perfectas:
1.- Localizar unas guindillas buenas, no excesivamente grandes, que no piquen; algunas remesas pueden salir algo picantes… Como? preguntando al vendedor, y luego prueba y error, y cuando antes en verano mejor. Aunque este año aun las sigo localizando estupendas en pleno septiembre ya.
2.- El recipiente para mí es importante. Me gusta cocinar en sartén de hierro, o en este caso, por una cuestión de estética, en paellera pequeña. El calor se transmite mejor y más uniformemente, el recipiente se calienta más despacio y así se controla mejor el punto. Me encantan las de la firma De Buyer, son fantásticas, como las que tienen los cocineros profesionales.
3.- El aceite. Por supuesto un aceite de oliva virgen extra, que mantiene sus cualidades y no se deteriora ni sufre ante una fritura. La cantidad como para freír unas patatas, generosa, sin pasarse. Y la temperatura media, ni muy alta, ni muy suave.
4. En su punto justo. Las piparras va a estar listas cuando comiencen a tostarse sin llegar a tornarse marrones, la piel se ahueca un poco, y alguna que otra comienza a dorarse ligeramente. Retiramos con una espumadera a un plato con un papel absorvente para eliminar el exceso de aceite.
5.- La sal. A mí me hace gracia emplatar las guindillas de nuevo en la paellera o sartén original. Le retiro el aceite rápidamente y le paso con cuidado un papel de cocina para secarla un poco, vuelvo a pasar las piparras a su recipiente y las salo con escamas de sal, o sal no demasiado fina, que se note. Me gusta más.
La paellera de hierro De Buyer las va a conservar más tiempo calientes si las servimos en una terraza, y tiene mucho encanto por su aire vintage.
Los pasos para freír bien unas piparras y que el resultado sea ese que recordamos de aquel bar con lágrimas en los ojos (… y no porque nos haya tocado la que pica) no es como veis tan complicado. Y lo mejor…..la sensación de emancipación; hacerlo en tu propia casa, en la intimidad, medio kilo para uno mismo y dejarse llevar por la gula, porque creedme en cualquier otra situación …. vuelan.