El Restaurante The Ledbury en Londres está situado en el barrio de Notting Hill. Figura en la lista de los “Restaurant Awards”, como uno de los 50 mejores restaurantes del mundo. Y la calidad de sus platos hace que sus dos estrellas michelín sean bien merecidas.
La calidad del servicio es excepcional. Las técnicas refinadas y discretas del chef australiano Brett Graham son orignales sin ser ser abiertamente vanguardistas.
El entorno es elegante pero sencillo, la atmosfera relajada. Llegamos al restaurante The Ledbury en taxi desde nuestro hotel en frente de Marble Arch sobre las diez de la noche.
Para ser Londres es muy tarde, pero el Ledbury está de moda, y cuando llamamos para hacer nuestra reserva casi un mes antes no solo tuvimos que renunciar a la noche del sábado, o la del viernes, y cenar un jueves noche, sino que además lo hicimos en la única hora en la que había la posibilidad de hacerlo con “tan poca” antelación de reserva.
Los “amuse bouche” fueron bien recibidos, pues acostumbrados a cenar esos días entorno a las ocho o nueve de la noche, llegamos con buena disposición para abordar el menú degustación que nos estaba esperando. El primero a base de cangrejo, delicioso y el segundo una mousse de foie emplatada sobre un crujiente fino y delicado.
A continuación El Menú:
“Salad of Green Beans, Fresh Almonds, White Peach and Frozen Foie gras”.
Para comenzar, una ensalada de alubia verde con almendra fresca, melocotón blanco y lo más impresionante para mí…. foie gras congelado. Parecía una capa de nieve fresca recién caida que se templaba en la boca.
Este Restaurante no sólo luce con orgullo sus dos estrellas michelín y un puesto entre los 50 mejores del mundo, sino que según la conocida guía Trip Advisor es el Restaurante nº2 en Londres sobre un total de 10.500 locales.
No me extrañó nada.
“Flame Grilled Mackerel with avocado, Celtic Mustard and Shiso”
Después llegó a la mesa la anguila asada con aguacate, mostaza celta y Shiso; que son esas hojitas que véis. Una hierba culinaria procedente de Asia.
Un plato excelente, bien compuesto y muy sabroso. Que se disfruta con el gusto y también con la vista.
“Hampshire Buffalo Milk Curd with Saint Nectaire, Truffle Toast and Broth of Grilled Ognions”
Un plato de aspecto curioso, como un paisaje otoñal. Una tosta, divina!, sobre una especie de corteza de árbol, aderezada con trufa y queso de Saint Nectaire. Delante un plato compuesto por un fondo de requesón de bufalo de Hampshire, un caldo de cebollas y unas setas minúsculas.
Sin palabras.
“Roast Scallop with Fennel, Eldelflower and Liquorice”.
Si tengo debilidad por el foie, y hasta ahora no lo he ocultado precisamente, también debéis conocer mi querencia por las vieiras, que no sé muy bien de dónde me viene. Aunque sí puedo decir que recuerdo que la primera vez que las disfruté fue hace más de quince años en un sencillo bristró de Paris; el Melrose, con el que ahora es mi marido. Quizá eso tenga algo que ver….
Este plato consiste en vieira asada con hinojo, flor de saúco y regaliz. Magnífico como los anteriores.
“Roast Quaid with Girolles, Apricot and Dandelion”
No soy muy devota de “los pajaritos”, es decir, pichones, perdices, codornices, etc… pero cuando me siento a la mesa de un buen restaurante, voy mentalizada para comer y probar cualquier cosa que se me aparezca en el plato.
En efecto, esta codorniz asada con girolles (unas setas), albaricoque y diente de león; esa flor blanca que de pequeños hemos soplado para ver como se desintegraba en pequeños copos que se alejaban volando…. resultó un bocado delicado y exquisito.
“Short Rib of Ruby Red Beef with Smoked Bone Marrow, Baked Celeriac and English Wasabi”
El último plato del menú previo al postre fue esta costilla de Buey Red Ruby, con tuétano ahumado, apionabo y wasabi. Lleva una patata hueca como si se tratara de un globo cuadrado. Una carne tierna y sabrosa, con un acompañamiento bien encajado y visualmente muy atractivo.
Para éste menú no elegimos ningún vino. Nos dejamos llevar por las propuestas de maridaje del propio Ledbury y resultó un acierto. A la introducción de cada plato, le seguía una melódica explicación de las cualidades de cada vino y del por qué resultaba el más adecuado.
Una magnífica puesta en escena del repertorio seleccionado por el chef Australiano Brett Graham, para ilustrar al comensal con un dibujo muy bien trazado de su cocina.
Pre-dessert.
Lo lamento, no tomé notas sobre este prepostre. Lo ví, lo fotografié y tras probar la primera cucharada olvidé por completo que en algún momento, posteriormente, tendría que contarlo. Veo este plato de helados y solo recuerdo texturas… textura de natilla, de granizado, de crema, crujiente….. para ser un prepostre fue excelente y verdaderamente impresionante!!
“Black Currant and Vanilla Tart, with Black Currant Leaf Ice Cream”.
Precioso plato, para mirar un ratito mientras se comenta todo lo anterior, como si fuera un cuadro, o una postal de otoño o incluso invernal.
Un pequeño trocito de tarta de moras y vainilla con helado de hoja de mora. Un composión tan bella como efímera, tendente a desaparecer para dejar un un solitario árbol gris de hoja caduca.
Un plato o un poema.
Petit fours para terminar un menú totalmente a la altura de nuestras expectativas. Un menú con sello de autor, equilibrado, no demasiado extenso y muy visual.
De muy alto nivel sin renunciar a un ambiente informal. Nos llamó la atención la ausencia de un ingrediente común a este tipo de restaurantes; el silencio casi protocolario que los suele acompañar desde el primer plato hasta el postre. Ciertamente hubiera preferido cenar entre los conocidos susurros, pero no fue éste el caso.
El servicio eso sí, exquisito. Un restaurante, The Ledbury, sofisticado y muy trendy.