En vísperas de la Semana Santa, es fácil que si no aun no has reservado en el emblemático restaurante Rekondo de San Sebastián lo tengas ya muy complicado para poder visitarlo. Al Rekondo se va a comer bien, a darse lo que se viene en llamar “un homenaje”. Sin estrellas Michelín, sin hacer demasiado ruido, para no estropearlo, esta casa con solera se mantiene en el top de la alta gastronomía tradicional vasca.
Al Rekondo se va a comer txangurro, kokotxas, almejas, un buen pescado, y también carnes nobles y bien preparadas. Su bodega está reconocida como una de las mejores del mundo, y su tartita casera de manzana es sencillamente espectacular.
Pero la clave del éxito de este restaurante, de toda la vida, no sólo es el gran producto y su impecable ejecución. Este clásico de San Sebastián, ha sabido renovarse y adaptarse a los nuevos tiempos reformando su comedor y consiguiendo mantener su elegancia dentro de un ambiente más moderno y actual. Como plus tiene una maravillosa terraza en donde las mesas aparecen salpicadas bajo las ramas de acogedores arboles que las acompañan, y las bombillas que asoman del cielo, en un entorno ideal; la falda del Monte Igeldo con vistas a la bahía de La Concha. En los meses más cálidos si se reserva fuera siempre tienen bloqueada una mesa dentro por si la meteorología, que en el norte es más bien traicionera, obliga a cambiar de planes en el último momento.
En agosto es imposible conseguir una mesa con menos de una o dos semanas, y puede que algo más de tiempo si hablamos de un viernes o un sábado. Este restaurante ha conseguido mantener una clientela fiel e incondicional de la propia ciudad, con lo que incluso en los meses de mayor afluencia turística la sensación es la de estar en un sitio auténtico y con clase, siempre con mucha clase, en donde el cliente extranjero es un cliente informado, exigente y que sabe perfectamente lo que va buscando.
El “carpaccio de carabineros con vinagreta de pistachos y guacamole” en donde la textura del marisco es sencillamente sublime, pura mantequilla, es un entrante reseñable ya que se ve en prácticamente la mayoría de las mesas. Compite con el “salpicón de bogavante, carabineros y vieras con vinagreta de olivas negras” en el mismo nivel de precio, sobre los treinta euros, y también sensacional.
Para quienes adoran los postres icónicos, en el Restautante Rekondo nos espera al “tarta fina de manzana caliente” un dulce soberbio que hay que pedir con antelación y que es final verdaderamente fantástico para culminar una cena en uno de los establecimientos con más fama y tradición de la ciudad.
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