Con esta tarta de mantequilla y miel doy por inagurado el nuevo curso. Había que celebrar de alguna forma que vuelve el silencio a casa, que puedo trabajar concentrada y que las interrupciones no se van a dar, al menos hasta las tres de la tarde que llega el mayor. Desde finales del mes de mayo pasado que vengo amenazando con alquilarme una oficina en el centro, con luz suficiente para la zona de estudio fotográfico, imprescindible, de fácil acceso para los mensajeros y con un café cerca para bajar a hacer un break, porque es francamente agotador el estar disponible en todo momento y a todas horas, lo mismo para redactar un artículo para la revista que para atar el cordón de un zapato.
Quiero celebrar también que este ha sido el año en que por fin veo claro que mi nueva profesión de fotógrafa culinaria va adelante, que los proyectos van saliendo y que esto de emprender, que es de muy valientes, tiene recompensa cuando uno se emplea a fondo, asume renuncias, y mete dos millones de horas.
En 2012 empecé está aventura como absoluto hobby y forma de desconexión, (aunque nunca en la vida he estado tan conectada), y estoy segura de que fue obra del destino porque con esa decisión fueron muchas las cosas que se colocaron en su sitio, en lo profesional y en lo personal, y tenía que ser así, y ha sido para bien, para muy bien. Aunque haya habido momentos complicados y personas que no han entendido mi cambio de vida. Me he visto obligada a renunciar a algunas cosas sí, pero la recompensa lo ha dejado en pura anécdota.
Durante estos cinco años largos he evolucionado enormemente. He despertado la pasión por la fotografía que siempre estuvo ahí. Mi amiga María Saez me lo decía en una cena “siempre te recuerdo con la cámara encima”, hablaba de cuando éramos veinteañeras, y me hizo gracia oírselo decir porque nunca fui consciente de llevar nada encima porque la cámara y yo… éramos yo.
Cuando llegó la oportunidad del libro allá por 2015 despertó también de nuevo mi ilusión por escribir, por contar cosas para otros, que también siempre estuvo ahí. “- Te mato” me dijo mi profesora de literatura Monste cuando le dije que me iba a derecho al terminar el COU. Ella y yo sabíamos que siempre había querido ser profesora de literatura y escribir.
Al final lo uno y lo otro se ha ido sumando y ha conformado mi nuevo yo y mis circunstancias. Publico mensualmente para una revista especializada sobre recomendaciones gastronómicas y lifestyle, fotografío para RRSS y webs de empresas, para campañas de marketing en donde el producto es bebible o comestible, y doy clases de fotografía gastronómica online y en una escuela especializada en Barcelona …. y de eso en 2011 no había ni atisbo.
Había otras cosas, a veces las echo de menos, pero el tiempo lo coloca todo en su sitio muy bien colocado. Ahora no me cabe la menor duda.
Así que hoy al escribir sobre esta receta he pensado… y por qué una tarta cuando todo el mundo está pensando en que ya hemos tenido bastante con el despiporre dietético del verano? Y no me ha hecho falta pensar más de dos minutos para decir: qué narices hoy es un buen día para celebrar y para hacer balance!.
Sí, hoy 27 de septiembre, no necesito esperar a que suenen las doce campanadas dentro de tres meses y medio, que es cuando nos da por ponernos trascendentes… o todo lo contrario, según lo que uno tenga en la copa.
Esta tarta lleva dos ingredientes muy especiales: Uno la miel de mi amiga Mamen que he tenido la suerte de conocer durante estos últimos años… otra intrépida. No la comercializa, la hace su padre y sabe a gloria. El otro son unas flores de clavel mini comestibles; esas sí que las comercializan un par de valientes que están donde ahora están por sentarse un día a pensar y decir eso de “yo a esto le doy la vuelta”. Son los chicos de Germinarte, Jorge y Juanjo de los que supe cuando tuve que escribir un artículo, que se publicará en noviembre en la revista, y que crearon su empresa líder en el sector cuando la crisis les dio una bofetada supina.
Os cuento cómo se hace.
La tarta…. para lo otro quizá hay que decir eso de que “se nace”.
Ingredientes:
- 250 g de harina.
- 4 huevos L.
- 2 cucharadas de azúcar.
- 125 g de miel. Si es la de Mamen vale con la mitad.
- 200 ml de leche.
- 150 de de aceite de oliva virgen extra.
- 1/2 sobre de levadura Royal.
- Un poco de mantequilla para engrasar el molde.
Preparación:
- Batimos los huevos con el azúcar durante unos minutos.
- Añadimos la miel mientras continuamos batiendo.
- Vertemos la leche sobre la mezcla y batimos de nuevo.
- Incorporamos el aceite poco a poco mientras lo continuamos haciendo.
- Finamente agregamos la harina con la levadura (mejor tamizada previamente).
- Llevamos la masa a un molde engrasado previamente.
- Horneamos durante unos 45 minutos a 180º (horno precalentado).
Decía, en los ingredientes, que la miel que elabora el padre de mi amiga Mamen cunde como dos partes de una miel normal y lo digo con asombro. Pero qué miel es la que me estaba tomando yo hasta antes de ayer?
Y eso que no era una miel industrial, pero entre lo “artesano” y lo “de verdad” a veces hay una gran y espesa diferencia. Cuantas cosas hay que parecen de verdad y luego resulta que no lo eran exactamente …
Al final rellenamos y recubrimos el bizcocho con una crema de mantequilla. A mí me gusta mucho la que hace Miriam de El invitado de Invierno, una tipa bastante de verdad y que dicho sea de paso, hace unas fotos de miedo.