Todo sucedió el mismo día y al mismo tiempo. Miré hacia el jardín, contemplé “mi árbol favorito” y me fui a comprar “frambuesas”, que me encantan, pensando en hacer algo con queso. Al llegar a casa, dejé la compra en el recibidor y sin colocarla, me senté en mi escritorio para darme un paseo rápido por las redes y hacer mis seguimientos rutinarios.
Entonces apareció él, “Manu”, el tercer elemento de mi receta de hoy, convocándonos a hacer una cosa especial; un plato con flores para su aniversario.
Como si se tratase de una conjunción astronómica; Manu y mi lagerstroemia se situaron en la misma longitud celeste. Y al contemplarlos con mis frambuesas en la mano, me dije; lo tengo!!
Inventé así, la tarta mousse de queso y frambuesa para dos. Con flores del árbol de Júpiter o árbol del amor.
Este romático árbol produce en verano unas flores de tono fucsia, maravillosas, que permanecen espléndidas al mismo tiempo que las frambuesas. Empezando a decaer hacia mitad del otoño.
Por el tamaño, por las frambuesas y por las flores del árbol del amor; me pareció muy apropiado diseñarlo como un pastel para dos. Así que Manu, cuando quieras, lo compartimos fraternalmente.
Ingredientes:
– Una tarrina de queso crema tipo philadelphia. 200 g
– Un yogur natural.
– 100 g de nata líquida. 35% mg
– 4 láminas de gelatina.
– 2 ó 3 cucharadas de azúcar.
– Un buen puñado de frambuesas.
Preparación: En un cazo calentamos la nata y añadimos las láminas previmente humedecidas en un poco de agua fría. Cuando se hayan disuelto lo vertemos a un bol. Esperamos a que temple y añadimos el yogur y el queso y batimos. Esto último podéis hacerlo en la Thermomix a vel 4.
Añadimos la mitad de las frambuesas e integramos con una varilla o espátula.
Me encanta el contraste del color blanco de la crema de queso y el rojo pasión de las frambuesas. Bueno…. quizá no sea ese tono exactamente, pero permitidme que lo describa así para que encaje con mi tono literario… hoy hablamos de amor…
Así, poco a poco, integramos el dulzor con la acidez. La combinación perfecta de esta receta y de la receta de la vida en pareja. O de la amistad, que también es una forma de amor.
Localizamos un aro metálico, de los de emplatar, del tamaño que nos vaya bien y vertemos primero un poco de la crema con frambuesas; como 1/3 dentro del aro que colocaremos ya en el plato en el que vamos a presentar el postre.
Lo llevamos a la nevera, y lo dejamos una media hora, para que con el frío se solidifique. El resto lo reservamos a temperatura ambiente. Batimos otro 1/3 de la crema de queso con las frambuesas que habíamos apartado y así conseguir una crema de color más intenso, el la gama de la flor de la lagerstroemia, y más sabroso. La vertemos en el aro y repetimos la operación de enfriar.
Por último añadimos el resto de la crema-mousse de queso. Y nuevamente a la nevera. Como en el amor, en esta receta se combinan el frío y el calor. Y sólo de su acertada proporción conseguimos su consistencia.
Con el otoño decía, la flor del árbol de Jupiter va cayendo y muere. Entonces el árbol aguanta su soledad todo el invierno. Primero se pone rojo, como evocando el recuerdo de su fruto perdido… y más tarde marrón, y de la tristeza…. suelta todas sus hojas y se queda el esqueleto.
Será en primavera cuando de nuevo renazca, con nuevas hojas, verdes y frescas y en busca de nuevas flores que le den color…Es el ciclo de la vida.
Disfrutemos hoy de esta tarta deliciosa para dos, sin pensar en otra cosa más que en el placer de comérsela y degustarla. Mañana….
Quién sabe mañana….